Nuestras Creencias

Esta Declaración de Fe resume nuestras creencias fundamentales, basadas en la enseñanza de las Escrituras Sagradas. A través de estas declaraciones, buscamos fortalecer nuestra fe, guiarnos en la verdad bíblica, y vivir en obediencia a Dios, mientras cumplimos con la misión de predicar el Evangelio y servir a la humanidad:

LAS SAGRADAS ESCRITURAS:

Creemos que la Biblia, compuesta por los 66 libros del Antiguo y Nuevo Testamento, es la Palabra de Dios, plenamente inspirada, inerrante, infalible y autoritativa. Fue revelada por el Espíritu Santo a los escritores sagrados, quienes hablaron y escribieron siendo guiados por Él. Sostenemos que la Biblia es la única regla segura de fe y conducta, por lo que su enseñanza es suprema y definitiva. Su verdad está por encima de cualquier interpretación humana, razón o conciencia, las cuales deben ser iluminadas y guiadas por la Escritura.
Referencias bíblicas: 2 Timoteo 3:15-16; 2 Pedro 1:21; Juan 5:39, 46.

EL UNICO DIOS VERDADERO:

Creemos en un solo Dios verdadero, eterno, omnipotente, omnipresente, omnisciente e inmutable, creador del cielo, la tierra y todo lo que en ellos hay. Este Dios es autoexistente, no tiene principio ni fin, y se ha revelado soberanamente a la humanidad a través de la historia como el «YO SOY». Aquel que existe por sí mismo, el eterno presente, cuya naturaleza no depende de nada ni de nadie. Creemos que Dios es uno en esencia y naturaleza. Sin embargo, en su soberana voluntad y propósito eterno, se ha revelado de manera personal y simultánea como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, no como “tres dioses” separados, sino como un solo Dios que se manifiesta según su plan redentor.
Referencias bíblicas: Éxodo 3:13-15; Dt. 6:4; Isaías 43:8-13; Mateo 3:16-17; Mateo 28:19; Marcos 12:29; 2ª Cor. 13:14.

EL SEÑOR JESUCRISTO:

Creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Verbo eterno manifestado en carne, enviado por el Padre para redimir a la humanidad caída. En Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Creemos que Jesucristo es el único Mediador entre Dios y los hombres, siendo completamente Dios y completamente hombre, y que por medio de Él se efectúa la reconciliación. Creemos que fue concebido por obra del Espíritu Santo, nació de una virgen, vivió sin pecado, murió en la cruz por nuestros pecados, fue sepultado y resucito al tercer día. Ascendió al cielo, está sentado a la diestra del Padre y vendrá por segunda vez con poder y gloria para juzgar al mundo.
Referencias bíblicas: Marcos 15-16:11; Lucas 23:26-24:53; Hechos 2:22-39. Col. 2:9.

EL ESPÍRITU SANTO:

Creemos que el Espíritu Santo es Dios. No es una fuerza activa, ni una energía impersonal, sino Dios mismo obrando entre nosotros según su voluntad y propósito. Creemos que la obra del Espíritu Santo en el hombre es producir convicción de pecado, regenerando a quienes creen, habitando en ellos, guiándolos a toda verdad, instruyéndolos, consolándolos y fortaleciéndolos para vivir en obediencia y servicio a Dios.
Creemos que el Espíritu Santo es dado a los creyentes como promesa de Dios, produce frutos de justicia en sus vidas, imparte poder, transforma a la imagen de Cristo y capacita a la Iglesia con dones espirituales según su voluntad.
Referencias bíblicas: Juan 16:8; Tito 3:5; 1 Corintios 3:16; Juan 16:13; Juan 14:26; Hechos 1:8; Hechos 2:38-39; Gál. 5:22-23; 1 Corintios 12:4-11.

EL HOMBRE

Creemos que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios, dotado de racionalidad, voluntad y responsabilidad moral ante su Creador. Dios lo formó libre de pecado, con la capacidad de tomar decisiones y con libre albedrío para obedecer o desobedecer a Dios. El hombre está compuesto de cuerpo, alma y espíritu, conforme al propósito divino, y posee una conciencia moral que da testimonio de la Ley de Dios escrita en su corazón, lo que lo distingue de los animales y de toda otra criatura. Aunque comparte elementos materiales con la creación física, el hombre es único porque recibió directamente de Dios el aliento de vida, convirtiéndose en un ser espiritual y eterno.
Referencias bíblicas: Génesis 1:26-27; 2:7; Romanos 2:14-15; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 4:12.

EL PECADO

Creemos que el pecado entró en la humanidad por la desobediencia de Adán y Eva a la voluntad de Dios revelada en el huerto del Edén. Aunque el ser humano fue creado en un estado de perfección moral, libre de pecado y con la capacidad de elegir obedecer o desobedecer, su libre albedrío implicaba la posibilidad de caer. Al ceder a la tentación, nuestros primeros padres rompieron la comunión con Dios, introduciendo corrupción, dolor y muerte en el mundo. Como consecuencia de esta caída, el hombre perdió su inocencia original, quedó separado de Dios y se volvió pecador por naturaleza, inclinado al mal y espiritualmente muerto. Desde entonces, todos nacen bajo esta condición pecaminosa, incapaces de restaurar por sí mismos su relación con Dios o alcanzar la justicia que Él demanda. El pecado afecta todo el ser —cuerpo, alma y espíritu— y ha contaminado la vida y la creación. Esta realidad hace necesaria la redención, posible solo por medio de Jesucristo, quien con su muerte y resurrección ofrece perdón y restauración a todo aquel que cree en Él.
Referencias bíblicas: Gn 3:1-24; Ro 5:12; Gn 1:26-27; Ec 7:29; Is 59:2; Ef 2:1-3; Ro 6:23; Sal 51:5; Ro 3:10-12, 23; Jer 17:9; Mt 15:19; 1 Ti 2:5-6; Ro 3:24-25; 1 Jn 1:8-9

LA SALVACIÓN

Creemos que el ser humano es incapaz de salvarse a sí mismo mediante obras, méritos personales o prácticas religiosas, pues la salvación es un regalo divino. La única esperanza es recibir la redención por gracia, mediante la fe en Jesucristo y en su sacrificio en la cruz. Esta salvación, gratuita y separada de todo mérito humano, es resultado exclusivo de la gracia soberana de Dios y se concede a quienes, con arrepentimiento y fe genuina, creen en Jesucristo como Señor y Salvador, lo confiesan con su boca y experimentan el nuevo nacimiento por la obra del Espíritu Santo.
Referencias bíblicas: Jn 3:16; Ef 2:8-9; Ro 3:24; Ro 10:9-10; Hch 4:12; Tit 3:5; 1 Pe 1:18-19; 2 Co 5:17.

EL NUEVO NACIMIENTO

Creemos que el nuevo nacimiento no es un cambio físico, sino espiritual, producido por la obra regeneradora del Espíritu Santo en aquellos que, mediante la fe en Jesucristo, reciben la vida nueva de Dios. Este acto nos hace hijos de Dios y transforma nuestra vida, capacitándonos para vivir conforme a su voluntad. Como fruto de esta regeneración, realizamos buenas obras, no para alcanzar salvación, sino como evidencia de que hemos sido salvados por gracia. El Espíritu Santo nos sella y nos guía en el proceso continuo de renovación y santificación.
Referencias bíblicas: Jn 3:3-7; 2 Co 5:17; Tit 3:5; Stg 1:18; 1 P 1:23; Ef 1:13-14; Ro 8:14-16; 1 Jn 3:9; Ef 4:23-24.

EL FRUTO DEL ESPÍRITU SANTO

Creemos que el fruto del Espíritu Santo es la manifestación de la naturaleza de Cristo en la vida del creyente, resultado de su obra transformadora que implanta cualidades espirituales reflejando el carácter de Jesús. Su propósito es moldearnos a su imagen, produciendo una vida que testifica de su obra redentora. Las características del fruto no son solo virtudes a cultivar, sino señales evidentes de la presencia activa de Dios. El fruto del Espíritu describe lo que somos —nuestro carácter—, mientras que los dones espirituales se relacionan con lo que hacemos —nuestros ministerios y servicios en el cuerpo de Cristo.
Referencias bíblicas: Ga 5:22-23; Jn 15:4-5; Mt 7:16-20; Ef 5:8-10; Col 1:10-11; Fil 1:9-11; 2 P 1:5-8; Stg 3:17-18.

EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO

Creemos que el bautismo con el Espíritu Santo es promesa de Dios para todo creyente, capacitándolo para el servicio, el testimonio y la vida piadosa. Es una experiencia distinta al nuevo nacimiento, recibida por fe y conforme a la soberanía divina. Su evidencia puede variar según el propósito de Dios, pero siempre produce mayor compromiso con su obra y una vida llena del Espíritu.
Referencias bíblicas: Hch 1:4-5,8; Hch 2:1-4,38-39; Hch 10:44-46; Hch 19:1-6; 1 Co 12:13; Ef 5:18; Lc 24:49; Jn 7:37-39; Jn 14:16-17; Jn 20:21-22.

LA SANTIFICACIÓN

Creemos que la santificación es un proceso continuo en la vida del creyente, mediante el cual somos apartados para Dios y transformados a la imagen de Jesucristo. Comienza en el momento en que el creyente es justificado por la fe y continúa a lo largo de su vida por la obra del Espíritu Santo. Es una experiencia de purificación que implica separación del pecado, crecimiento en la gracia, en la verdad y en la obediencia a la palabra de Dios. La santificación es esencial para vivir una vida cristiana victoriosa, y con la ayuda del Espíritu Santo, el creyente puede vivir conforme a los principios del reino de Dios. Esta obra no solo es interna, sino también externa, manifestándose en conducta, actitudes, forma de vestir y manera de interactuar con el mundo, reflejando un testimonio visible de su relación con Dios y su llamado a la santidad.
Referencias Bíblicas: 1 Tes. 4:3-4; Heb. 12:14; 1 Pedro 1:15-16; 2 Cor. 7:1.

LA IGLESIA

Creemos en la iglesia como una, santa y universal, formada por todos aquellos que han aceptado a Jesucristo, cuyas vidas han sido transformadas por el evangelio y cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida. La iglesia es el cuerpo de Cristo, manifestándose de manera visible en el mundo a través de las iglesias locales, la propagación del evangelio, el servicio a los demás y la edificación mutua de los creyentes. Su misión es hacer discípulos, enseñar la Palabra de Dios y proveer un lugar de adoración, compañerismo y oración. Mediante su estructura, la iglesia edifica a los creyentes y les permite crecer en fe, obediencia y santidad en Cristo.
Referencias bíblicas: Mateo 16:18; 18:17; 28:19-20; 1 Corintios 12:12-13; Efesios 1:22-23; 4:11-13; Hebreos 10:25; Apocalipsis 21:27.

EL BAUTISMO EN AGUA

Creemos que el bautismo es una ordenanza instituida por Jesucristo como testimonio público de la fe del creyente en Él. Representa la identificación con su muerte, sepultura y resurrección, y es un acto de obediencia a su enseñanza. El bautismo debe ministrarse a personas que han alcanzado el uso de razón y han hecho una confesión de fe en Cristo. Se realiza en el nombre de Jesús, es decir, bajo su autoridad y obedeciendo a su mandato en Mateo 28:19: Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. La práctica bíblica es la inmersión, simbolizando la muerte al pecado y el nuevo nacimiento en Cristo.
Referencias bíblicas: Mt 28:19; Ro 6:3-4; Hch 2:38; Hch 8:12-17; Hch 10:47-48; Hch 19:5; Col 2:12; 1 P 3:21.

LA CENA DEL SEÑOR

Creemos que la Cena del Señor es una ordenanza instituida por Jesucristo como memorial de su sacrificio redentor en la cruz. Al participar por fe, el creyente expresa su comunión espiritual con Cristo y con su Iglesia, proclamando públicamente su muerte hasta que Él venga nuevamente. Los elementos de la Cena son el pan y el vino, mediante los cuales se tiene comunión real y espiritual con el cuerpo y la sangre de Cristo. Esta comunión no es transubstanciación ni consubstanciación, sino un encuentro espiritual que fortalece la fe, recuerda el sacrificio de Jesús y confirma nuestra obediencia a Su mandamiento.
Referencias bíblicas: Mt 26:26-28; Mc 14:22-24; Lc 22:19-20; 1 Co 10:16-17; 1 Co 11:23-26.

DONES Y MINISTERIOS

Creemos que Dios da a cada creyente dones espirituales para el servicio y la edificación del cuerpo de Cristo. Estos dones se clasifican en tres grupos:
1. Dones del Ministerio: Son aquellos dados por Dios para equipar a los creyentes y edificar la iglesia, como los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (Efesios 4:11-12).
2. Dones Operativos: Son los dones que permiten a los creyentes servir en la iglesia de manera práctica, tales como el liderazgo, la enseñanza, la administración, la ayuda, la exhortación, etc. (Romanos 12:6-8).
3. Dones del Espíritu Santo: Son los dones sobrenaturales dados por el Espíritu para la edificación de la iglesia y el testimonio del evangelio, tales como sabiduría, conocimiento, fe, sanidad, milagros, profecía, discernimiento, lenguas e interpretación (1 Corintios 12:7-11).
Los dones del Espíritu Santo son dados para el bien común, con el propósito de glorificar a Dios y edificar a su pueblo. Creemos que los creyentes deben operar estos dones con humildad, amor y obediencia a la dirección del Espíritu Santo, buscando siempre la unidad y el crecimiento espiritual de la iglesia. Referencias bíblicas: Efesios 4:11-12; Romanos 12:3-8; 1 Corintios 12:1-11, 28; 1 Corintios 13:1-13; Gálatas 5:22-23.

LA SANIDAD DIVINA

Creemos que la sanidad divina es una manifestación de la gracia de Dios, que proviene directamente de la obra expiatoria de Jesucristo en la cruz. A través de Su sacrificio, Cristo no solo nos redime del pecado, sino que también nos ofrece sanidad física, emocional y espiritual.
Esta sanidad es un privilegio reservado para los creyentes, que pueden recibirla por medio de la fe en los méritos de Cristo, siempre bajo la soberanía y el plan perfecto de Dios. La sanidad divina no es solo una promesa para el futuro, sino también una realidad para el presente, disponible para todo aquel que busque la sanidad a través de la oración, la fe y la obediencia a los principios bíblicos. Referencias bíblicas: Isaías 53:4-5; Mateo 10:1, 7-8; Santiago 5:14-16.

EL MUNDO ESPIRITUAL

Creemos en la existencia del mundo espiritual, que incluye tanto el cielo como el infierno. El cielo es el lugar donde mora la presencia de Dios y donde los ángeles buenos sirven a Él, y donde los creyentes gozarán de comunión eterna con Dios. El infierno es el lugar de castigo eterno para los que rechazan la salvación, separados de la presencia de Dios.
Creemos en la existencia de los ángeles buenos, quienes son seres espirituales creados por Dios para ministrar en favor de los creyentes. También creemos en la existencia de ángeles malos, conocidos como demonios, que siguen a Satanás, quien es el líder y adversario de Dios y de la humanidad. Satanás, originalmente un ángel creado por Dios se rebeló contra Él y fue arrojado del cielo. Como el príncipe de las tinieblas, Satanás continúa su obra de engañar y tentar a la humanidad. El mundo espiritual está en constante conflicto, y los creyentes son llamados a resistir las influencias del mal mediante la oración, la fe y la armadura de Dios.
Referencias bíblicas: Salmo 20:6; 33:13; 53:2; 1 Pedro 1:4; Apoc. 12:12; Isaías 14:12-15; Apoc. 12:7-9; Heb. 1:14; 1 Pedro 5:8; 2 Cor. 11:14; Ef. 6:10-18.

LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

Creemos en la segunda venida personal e inminente de nuestro Señor Jesucristo. Él regresará de manera visible, tal como lo prometió, para llevar a cabo la redención final de su pueblo. En su venida, Jesucristo «arrebatará» a la iglesia, es decir, llevará a los creyentes a su presencia, como un acto de restauración y de cumplimiento de la salvación que Él ha prometido.
La segunda venida será un evento glorioso, en el cual todos los ojos lo verán, y se cumplirá el juicio final sobre los impíos y la recompensa para los justos.
Referencias bíblicas: Mateo 24:3, 27, 37, 39; 1 Corintios 15:23; 16:17; 2 Corintios 7:6-7; 1 Tesalonicenses 2:19; 3:13; 4:15-17; 5:23; 2 Tes. 2:1, 8; Santiago 5:7-8; 2 Pedro 1:16; 3:12; 1 Juan 2:28.

LA RESURRECCIÓN Y EL JUICIO FINAL

Creemos en la resurrección de los muertos en dos etapas: primero, la resurrección de los justos, que será seguida por el arrebatamiento de la iglesia, donde los creyentes serán transformados y llevados para estar con el Señor. Luego, los impíos serán resucitados para el juicio final. Este juicio se llevará a cabo ante el Gran Trono Blanco, donde los impíos serán condenados a muerte eterna, mientras que los justos recibirán vida eterna. Habrá juicios separados para el diablo, los ángeles caídos, la humanidad gentil, el pueblo de Israel, las naciones y los miembros de la Iglesia Cristiana. Los justos serán recompensados, mientras que los impíos enfrentarán condenación eterna.
Referencias Bíblicas: 1 Tesalonicenses 4:16-17; 1 Corintios 15:51-52; Apocalipsis 20:11-15; Mateo 25:31-46; 2 Corintios 5:10; Romanos 14:10-12.

CIELOS Y TIERRA NUEVOS

Creemos en la promesa de un cielo y una tierra nuevos, creados por Dios, como parte de Su plan eterno de restauración y redención. Los cielos y la tierra actuales serán deshechos por fuego en el día del juicio final, como un acto de purificación y renovación de toda la creación. En este nuevo cielo y nueva tierra, la Iglesia de Jesucristo disfrutará de una comunión plena con Dios, viviendo en Su presencia y experimentando Su justicia perfecta. Será un lugar de adoración y servicio eterno, donde los redimidos servirán a Dios y al Cordero, y reinarán junto con Él por toda la eternidad, compartiendo en Su gloria y autoridad.
Referencias bíblicas: Apocalipsis 21:1, 5; 2 Pedro 3:7, 10-12; Apocalipsis 21:3-4; 2 Pedro 3:13; Apocalipsis 22:3; Apocalipsis 22:5; Daniel 7:18.

LA FAMILIA

Creemos que la familia es una institución creada por Dios como base de la sociedad y del desarrollo espiritual, emocional y moral de sus miembros. Está compuesta por el matrimonio entre un hombre y una mujer, quienes son responsables de amarse, respetarse y guiar a sus hijos en el temor de Dios. La familia es el primer lugar donde se enseña la fe, los valores cristianos y la obediencia a la Palabra de Dios. Padres e hijos tienen responsabilidades mutuas: los padres deben educar, corregir y amar a sus hijos, mientras que los hijos deben honrar, respetar y obedecer a sus padres. La familia también es un lugar de protección, compañerismo y apoyo, reflejando el amor de Dios y su propósito eterno de unidad, fidelidad y santidad. Creemos también en el respeto por la vida humana, entendiendo que toda vida es un regalo de Dios, y que la procreación debe ser responsable y consciente. Por lo tanto, condenamos el aborto y toda forma de control natal abortivo.
Referencias Bíblicas: Génesis 1:27-28; 1 Pedro 3:1-7; Efesios 5:22-33; 6:1-4; Deuteronomio 5:16; Éxodo 20:13.